Todos, de una manera u otra, solo por el hecho de estar vivos, tomamos decisiones. Tomar una decisión supone haber elegido una dirección… y haber rechazado otra. El rechazo voluntario de otra opción no siempre resulta fácil, pues a veces, aunque sabemos  -o creemos– que hemos optado por lo mejor, lo que dejamos nos produce dolor.

Imaginemos que tenemos que emigrar. Lo hacemos porque suponemos que vamos a encontrar nuevas oportunidades y que nuestra vida va a mejorar, pero esto no evita el dolor de dejar a atrás a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestra forma de vida… Convendremos en que este dolor será más grande, cuanto mayor sea la obligación que la necesidad nos imponga de hacer algo.

¿Cómo será de grande ese dolor cuando el cambio no ha sido elegido? Pues va a depender de cómo sea el cambio, en qué cantidad, si es o no reversible, si es o no esperado… Por ejemplo, una ruptura de pareja puede causar estragos a varios niveles (emocional, económico, social, parental…), pero puede ser reversible. En el caso de la muerte no es reversible. Es radical, sin vuelta atrás, y conlleva un dolor mucho más intenso, el camino es más largo y la enseñanza más dura, más costosa. Pero la tiene.

Los estudiosos del duelo establecen que se pasa por varias fases, que van desde la negación (esto no ha pasado, es imposible, debe haber un error), hasta la aceptación, pasando por periodos de ira, tristeza, abatimiento… Y hay discrepancia a la hora de establecer y definir cada fase. En lo que sí están de acuerdo es en cuatro cosas:

• Las fases existen.

• Se puede ir de una fase a otra, sea hacia delante o hacia atrás.

• Cuando hay un estancamiento en una fase, se produce un duelo complicado, en el que se necesita ayuda para salir: ayuda de la familia, de los amigos o ayuda profesional.

• El duelo se ha resuelto cuando somos capaces de acoger en nuestro corazón a la persona ausente sin sufrimiento, con agradecimiento, con serenidad y, en muchos casos, con alegría.

Este es el objetivo principal de este taller: Aprender a eliminar  la culpa, que da lugar al sufrimiento, sentir que el dolor puede ser nuestro aliado, transformar el dolor en crecimiento y el crecimiento en amor. No es olvidar a nuestro ser querido, es ponerlo donde le corresponde: En el amor, no en la culpa.

Bienvenid@.